El color de la imaginación

Referentes de la LIJ de este continente y a nivel mundial vuelven a sorprendernos con libros que se acercan al infinito mundo de la imaginación infantil. Mario imaginario, de Eoin Colfer y Oliver Jeffers y Niebla, de Micaela Chirif y Carmen Cardemil, captaron la atención de nuestro comité al rescatar, desde distintas propuestas estéticas, las virtudes de la soledad, el aburrimiento y la potencialidad imaginativa de los más pequeños.

Por María Jesús Blanche S.

La imaginación parece ser un terreno fértil para la literatura destinada a niños y niñas. Si nos adentramos en esta materia es imposible no recordar relatos como En el desván (1993), de Hiawyn Oram y Satoshi Kitamura, o el clásico infantil Donde viven los monstruos (1963), del inigualable Maurice Sendak. En ambos casos, tenemos como protagonista a un niño que solo con su fantasía es capaz de traspasar los muros de su habitación, ese pequeño pero a la vez infinito cosmos –“nuestro primer universo”, dirá Gaston Bachelard en La poética del espacio (1957)–, para transformar su realidad en verdaderas aventuras representadas notablemente por estos autores.

Esto es también lo que ocurre con Amalia en Niebla (Amanuta, 2018), uno de los libros destacados por nuestro comité Troquel esta temporada, escrito por la reconocida escritora peruana Micaela Chirif –autora de los seleccionados por el catálogo White Ravens Buenas noches, Martina (Peisa, 2009) y Desayuno (Polifonía, 2013)–, e ilustrado por la chilena Carmen Cardemil. Un libro que destaca por la simpleza de la historia, su poesía con ritmo acompasado y las ilustraciones que logran interpretar muy bien el imaginario infantil.

La protagonista es una niña que percibe cómo la niebla entra en su habitación. Las texturas, los aromas, los colores, son descubiertos por Amalia quien, a través de estos estímulos sensoriales, es capaz de entregarse a una aventura oceánica plagada de pelícanos, cormoranes, pulpos caminantes o peces con patas y tres aletas.

Los tonos verdes, azules y grises, acentuados por la materialidad del libro, acompañan el relato poético de Chirif. Un complemento perfecto para los trazos que emulan los dibujos infantiles en paredes, puertas y cualquier otra superficie que se encuentre en el camino. Como si fuese un típico dibujo infantil, que podría originarse en un simple papel para luego desbordarse por sobre cualquier límite; así mismo, el mundo de Amalia va creciendo más y más, internándose en las oscuras profundidades del océano donde descubrirá una inmensidad de animales marinos.

Y estas mismas tonalidades azules del océano nos trasladarán al cielo y las nubes donde habita Mario, el protagonista imaginario de uno de los más recientes libros de Eoin Colfer –autor irlandés conocido por su famosa saga superventas Artemis Fowl–, e ilustrado por el rockstar de la literatura infantil, Oliver Jeffers.

En un registro diferente al de Niebla, con un tono más lúdico tanto en los textos de Colfer como en las ilustraciones características de Jeffers, en Mario, imaginario (Océano Travesía, 2018) conoceremos la vida de uno de los tantos amigos imaginarios que existen más allá de las amistades reales, de carne y hueso.

Mario descansa sobre las nubes y anhela con todo su imaginario corazón que algún niño desee su presencia para tener con quien jugar. Tras conocer a Sam, Mario interactúa y es completamente feliz con su nuevo compañero en privado y, aunque nadie más lo nota, en público también. La habitación de Sam se transformará en el cuartel general del autodenominado Dúo Dramático, donde ambos actuarán, simularán ser franceses o diseñarán máscaras japonesas. Todo irá de maravillas hasta que, al igual que en las amistades reales, algo vendrá a cambiar ese estado de máxima felicidad, poniendo en riesgo la presencia de Mario.

¿De dónde vienen los amigos imaginarios? ¿Cómo van y vienen en la vida de niños y niñas que, a falta de compañeros reales de juego, en su soledad o aburrimiento se hacen acompañar por estos seres? Para responder estas preguntas, Jeffers recurre a la sobriedad de la página en blanco y los trazos en negro para fijar la realidad que rodeará el cuerpo evanescente de Mario, formado solamente por pequeños puntos turquesa. El lector no necesitará más, pues el humor se lo entregará la historia y los distintos detalles que podrá encontrar en las ilustraciones.

En un artículo para el sitio especializado Gretel, Satoshi Kitamura comentó: “Un día, estaba yo acostado en mi minúsculo apartamento sintiéndome particularmente aburrido. Realmente el aburrimiento puede llegar a ser la madre de todas las invenciones”. Al igual que el ilustrador japonés en su apartamento o que Amalia en su habitación, gracias a estos libros nosotros comprendemos que, efectivamente, tanto en los adultos como en los niños la soledad y el aburrimiento son componentes fundamentales para el desarrollo de la imaginación y la creatividad; que esta es capaz de desatar grandes aventuras para quienes las protagonizan; y que la imaginación es tal, que hay para todos los gustos.

Este artículo fue publicado en marzo de 2019 en el boletín n° 8 del comité de valoración de libros Troquel.

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