Hechicero: la magia es un juego de mentirosos

Las sagas de fantasía se han posicionado en el mundo de la literatura para jóvenes, pero eso no necesariamente implica que sea fácil lograr historias entretenidas y coherentes, que en una prosa fluida y amena inviten a reflexionar sobre temas que van más allá de la trama de la novela. El primer libro de la saga Hechicero, de Sebastien de Castell, sin duda lo logra.

Por Juan Morel R.

Hay cierta dificultad en juzgar novelas juveniles. Al no ser parte del público evidente y honestamente objetivo del género, llega a ser incluso injusto nuestro juicio estético. Es una literatura de nicho etario y, si alguna vez pertenecimos a este, el tiempo pasó dejándonos afuera. Pero uno puede ponerse en el lugar del lector, del protagonista o en el lugar de uno mismo hace algunos años.

Planteo entonces la lectura como un juego: si logro leer el libro exento de esa mirada inquisidora que la rigidez del tiempo formó como costra o como lente, el libro gana; si soy incapaz de dejar la crítica al final de cada párrafo, si desconozco la adolescencia como etapa y como parte de la biografía, los dos perdemos. Esa es mi técnica, mi metodología para juzgar un género que a veces confunde sus límites con el mercado, perdiéndose el valor literario en el comercial. Pero Hechicero (RBA, 2018) de Sebastien de Castell, creador de la saga The Greatcoats, es un libro en que uno no tiene tiempo para criticar los detalles, porque atrapa desde el principio con el desarrollo de la historia y sus personajes, y eso es un logro literario.

Hechicero es el primer libro de una saga de fantasía escenificada en un mundo atemporal que recuerda la Tierra Media de Tolkien, pero con un aire más pop, western o vikingo. En una tribu de hechiceros, Kellen, un adolescente de 15 años, comienza a notar que su magia disminuye justo antes de las pruebas que decidirán si su futuro es ser un mago Jan’Tep o convertirse en Sha’tep –una especie de paria social cuyo destino es servir a los primeros, sus superiores, aun cuando antes podían llamarse hermanos–. La magia es el valor máximo del pueblo Jan’Tep (así como el dinero en el capitalismo), y quedarse sin ella, como preocupa a Kellen, es una razón suficiente para perder toda posición social, decepcionar a la familia y renunciar a toda expectativa que se tiene del futuro.

Planteo entonces la lectura como un juego: si logro leer el libro exento de esa mirada inquisidora que la rigidez del tiempo formó como costra o como lente, el libro gana.

En medio de esta crisis, aparece Ferius Parfax, una mujer misteriosa, viajera, que con ingenio y mazos de cartas, suele liberarse de los problemas que surgen en las tierras por las que viaja. El encuentro entre Ferius y Kellen permitirá al joven hechicero descubrir una alternativa a la magia y por consiguiente, retardar su inminente exclusión de la sociedad. Pero la presencia de Ferius no solo lleva a Kellen a aprender nuevos trucos, sino que también a descubrir algunas verdades que la mitología Jan’Tep había estado ocultando por generaciones.

Si bien esta historia pareciera ser una versión fantástica de cualquier drama adolescente (no ser lo que la sociedad espera de uno, tener que rendir exámenes que determinan nuestro futuro y el infaltable enamoramiento infantil de la compañera popular), hay un detalle que hace de esta novela algo más interesante dentro del género. Lo que se valora de este escenario creado por De Castell –cuya formación de arqueólogo quizá influya en esto–, es la ambivalencia presente en el relato histórico del pueblo Jan’Tep, que se va cuestionando a medida que aparecen los discursos de los pueblos y clases marginadas. Como decía George Orwell, “la historia la escriben los vencedores”, y en la novela esto se va develando desde un personaje lo suficientemente simple como para representar a todos los adolescentes que se han enfrentado a cuestionar su origen y su destino. Para luego descubrir que todo lo que creían cierto, lo que sabían de la historia, no es más que un discurso sesgado de un pueblo que se impone desde las instituciones sociales.

Más allá de lo anterior, el libro es ágil y tiene esa velocidad que ya parece ser necesaria entre las sagas juveniles, sin dejar de entretenernos en el camino de ir abriendo algunas puertas, levantando algunas piedras, que deberían llevarnos a cuestionar tanto el mundo de los Jan’Tep y los Shan’Tep como nuestra propia realidad, cosa que a veces se vuelve urgente en una tierra en que distintas tribus reclaman los recursos y los territorios, y el discurso de unos es el que se impone como verdad.

Quedamos atentos a la traducción de los próximos volúmenes, y esperamos que el autor continúe desarrollando una trama interesante, profundizando en los personajes y ofreciendo nuevas reflexiones a partir de la relación entre los distintos pueblos de este mundo menos fantástico de lo que parece.

Esta reseña fue publicada en marzo de 2019 en el boletín n° 8 del comité de valoración de libros Troquel.

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