Una aventura hacia lo cotidiano

Beatrice Alemagna tiene una sensibilidad muy fuerte para observar el mundo con la misma sorpresa que tenemos en nuestra infancia; como si fuera la primera vez.  Entre los imprescindibles recomendados de nuestro Comité, volvemos a este emotivo libro que narra un pequeño relato que parece sencillo y cotidiano, pero que es una verdadera invitación a volver a nosotros mismos y a la naturaleza.

Por Astrid Donoso Henríquez

 

A veces los días se parecen unos a otros. Pareciera que nada pudiera llenar esas horas y nos pasamos horas frente a un aparato intentando disfrazar el paso del tiempo, y se nos va el día en eso. Y es que en la infancia el tiempo pareciera ser otro. Uno elástico, larguirucho como un ciempiés (todo es cuestión de perspectiva, no?) y durante un día entero vivido en infancia,  a veces nos da incluso  el tiempo para aburrimos. El protagonista de Un gran día de nada (Combel, 2016) parte así. Encerrado junto a su madre en una casa en el campo, no encuentra forma de entretención más que con un aparatito donde mata marcianos en una pantalla en miniatura. Conminado por su mamá, termina por salir, con videojuego en mano, a explorar los alrededores de esta casa metida entre bosques bien abrigado con su parka naranja flúor.

 

Y allí comienza la aventura. Porque lo que sucede es una aventura a todas luces, pero una aventura cotidiana, uno que quizás uno no se espera porque es  sucede de pronto, de improviso, sin darse cuenta que alrededor suyo, allí donde no creía que pasaba nada, pues pasaban y pasan muchas cosas.

 

La mirada juguetona de la autora Beatrice Alemagna es inconfundible, y más el uso de nuevo del color flúor en el abrigo de su protagonista, ya lo había usado con un rosa furioso en El maravilloso mini-peli-coso (Combel, 2015). Alemagna no ha perdido el espíritu infantil y esa aproximación hace de cada uno de sus libros un universo perfecto, donde todo tiene un aire lúdico y donde la mirada se centra en aquello que a veces pasamos por alto, como sucede en Un gran día de nada (Combel, 2016). De alguna forma este relato es una verdadera oda a lo cotidiano, al sonido de la lluvia contra el pasto, al olor de esa humedad en medio de un paseo entre los árboles y los charcos de agua que quedan tras el chapuzón de la tierra en la lluvia.

 

La aventura comienza bajo la lluvia, justo luego de perder el videojuego y quedarse a merced de un hipotético futuro aburrimiento. Es justo allí cuando comienza a mirar a su alrededor, a descubrir los caracoles que cruzan su camino, a hundir sus manos en la tierra y encontrarse con grumitos, piedras, semillas y raíces. Allí, vuelve el recuerdo de su papá, en medio de la naturaleza que le habla bajito pero intensamente. Porque no solo este libro es una alegoría a la naturaleza que nos rodea, sino al recuerdo, a la reivindicación de la nostalgia. Los recuerdos de ese papá que no vemos y del cual poco sabemos nos hablan del amor filial, de mirar a otro como ejemplo y querer seguirlo, de reconocernos en esa herencia que es capaz de traducirse en nosotros en gestos, en hábitos y gustos y que son regalos que nuestras madres y padres nos legan y que de pronto descubrimos. Como un espejo. Así, en esta aventura, el protagonista habla con pajaritos, chapotea en los charcos de agua tras el fin de la lluvia, trepa árboles, sin acordarse en ese constante perseguir marcianos que antes ocupaba tanto tiempo de su vida.

 

Un gran día de nada es un libro luminoso por esa reencuentro al que invita, por esa posibilidad de reactivar nuestros propios recuerdos, nuestras forma de vincularnos con el espacio natural que habitamos y por regalarnos la posibilidad de reivindicar las posibilidades de esos momentos de ocio tan necesarios para cada uno. Por ese volver a ser niños y maravillarnos, de sorprendernos y estar mucho más conscientes y conectados en lo más profundo con nuestra vida, en la mejor tradición de la poesía japonesa y esa posibilidad de volver a conmovernos con la belleza y aparente simple arquitectura del mundo que nos rodea. Y así, volver a nosotros mismos.

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Troquel

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