Cuatro textos clásicos del escritor estadounidense Nathaniel Hawthorne son acompañados por las ilustraciones de Sebastián Ilabaca, donde a través de relatos sombríos se abordan las profundidades del actuar del ser humano. Un importante rescate de quien figura –junto con Edgar Allan Poe– entre los más importantes autores de la literatura norteamericana del siglo XIX.
Por Diego Hidalgo U.
Un día en el Londres de principios del siglo XIX. A un hombre se le ocurre dejar su hogar, alojar en un apartamento cercano y observar desde la ventana cómo continúa la vida de su esposa sin él. Lo que inició como una excéntrica curiosidad se transformó en una obsesión de difícil salida, tanto así que no regresó hasta 20 años después, como si nada. A este hombre el escritor Nathaniel Hawthorne (Salem, 1804 – Plymouth, 1864) lo llamó Wakefield y lo transformó en el protagonista de uno de sus clásicos cuentos, que tituló con el mismo nombre.
Wakefield vio la luz por primera vez en 1837 y ha sido nuevamente publicado en 2019 por la editorial Hueders. En una elegante y bien trabajada edición, es acompañada por las ilustraciones de Sebastián Ilabaca que sostienen una comunicación fluida con la atmósfera gótica que crea el autor en su escritura. Imágenes con un estilo particular, que dan una sensación de horror y melancolía, donde el negro toma un indiscutible protagonismo.
Nathaniel Hawthorne –que figura junto con Edgar Allan Poe entre los más importantes de la literatura norteamericana del siglo XIX–, luego de enterarse a través de una revista del extraño caso, desarrolló sus ideas para tratar de comprender la huida de este hombre, que aparentemente carecía de motivos y premeditaciones. “¿Qué tipo de persona era Wakefield?”, se preguntó y luego imaginó su perfil psicológico y los detalles de sus acciones para que su absurdo plan no fuera descubierto.
Las conjeturas del autor construyen la historia de un personaje que se obsesionó con la idea de cómo seguiría la vida de su esposa sin su presencia, haciéndose pasar por muerto o desaparecido para espiarla. Wakefield, al observar cómo su falsa viuda lo olvidaba, se vio atrapado en su propio experimento sin poder escapar de él tras un largo tiempo. A través de un adictivo relato, Hawthorne entrega lúcidas reflexiones sobre algunos aspectos propios del ser humano: la obsesión, el egocentrismo, el olvido, la vida y la muerte.
Por suerte, esta sana adicción a las letras del autor puede seguir alimentándose. Porque aunque el libro se titule con el nombre de uno de sus cuentos más clásicos y la ilustración de la portada aluda al mismo, continúan tres relatos más: “La marca de nacimiento”, “El velo negro del pastor”, y “El buen joven Goodman Brown”, cuentos de estilo gótico, repletos de reflexiones sobre la psicología humana, teorías y lecciones para concluir.
En “La marca de nacimiento” podemos leer la historia de Aylmer, un exitoso científico que se obsesiona con la idea de conseguir la perfección. Este deseo lo proyecta en la belleza de Georgiana, su joven esposa que, a sus ojos, es perjudicada por una pequeña mancha con forma de mano en su rostro, que de pronto le empezó a perturbar de sobremanera. Aylmer, a través de distintos experimentos busca extirparle el defecto que tanto le choca. Durante el relato, Hawthorne esboza interesantes teorías sobre los sueños, la relación entre el hombre y la naturaleza, la psicología del amor y los aspectos terrenales y espirituales que conviven en los seres humanos.
“El velo negro del pastor” se detiene en los más íntimos secretos que pueden guardar las personas o –siguiendo la mirada religiosa del texto– de esos pecados ocultos que todo individuo guarda en lo más profundo de su conciencia, buscando incluso ocultarlos al Dios que dicen seguir. Hawthorne aborda esto a través de la historia del reverendo Hooper, un querido pastor que de pronto decide tapar su rostro con un velo negro hasta el día de su muerte, causando un gran temor en la comunidad que tejerá sus propias hipótesis surrealistas y fantasmagóricas en torno al hecho.
Los pecados humanos son tratados nuevamente en el cuento que cierra el libro, “El buen joven Goodman Brown”. La historia está situada en el pueblo de Salem, ubicado en Nueva Inglaterra, lugar de nacimiento del autor. Allí un joven religioso vive una extraña experiencia junto a un lúgubre hombre que podría representar al demonio, quien le hace concluir que la degradación humana puede estar presente incluso en las más nobles personas.
Los cuatro cuentos que dan forma al libro y que sin duda entregan una mirada filosófica sobre la religión de su época, resultan ser un valioso rescate para adentrarse en la vida y obra de Nathaniel Hawthorne. La brevedad de sus relatos –que dialogan con el estilo de autores como Poe, Melville y posteriormente Kafka–, acompañados por la propuesta estética que aporta el ilustrador Sebastián Ilabaca, provocará que los lectores, por sobre todo los más jóvenes, se sientan atraídos por este trascendental escritor.